A onde anda você?








E por falar em saudade onde anda você
Onde andam seus olhos que a gente não vê
Onde anda esse corpo
Que me deixou louco de tanto prazer
E por falar em beleza onde anda a canção
Que se ouvia na noite dos bares de então
Onde a gente ficava,onde a gente se amava
Em total solidão
Hoje eu saio na noite vazia
Numa boemia sem razão de ser
Na rotina dos bares,que apesar dos pesares,
Me trazem você
E por falar em paixão, em razão de viver,
Você bem que podia me aparecer
Nesses mesmos lugares, na noite, nos bares
A onde anda você?


Vinicius de Morais




Medianoche








con su larga tradición de desencanto.

Ruinas del alma


en cada copa vacía.


Una puerta abre sus piernas

para el oscuro amante sin rumbo


y el piano suelta su cabello

en un espeso blue

que se parece tanto a tus labios.




Alfredo Palacios

olvidarte








no puedo
no quiero


te quiero





Amantes







Desnudos afrentamos el cuerpo
como dos ángeles equivocados,
como dos soles rojos en un bosque oscuro,
como dos vampiros al alzarse el día,
labios que buscan la joya del instante entre dos muslos,
boca que busca la boca, estatuas erguidas
que en la piedra inventan el beso
sólo para que un relámpago de sangres juntas
cruce la invencible muerte que nos llama.
De pie como perezosos árboles en el estío,
sentados como dioses ebrios
para que me abrasen en el polvo tus dos astros,
tendidos como guerreros de dos patrias que el alba separa,
en tu cuerpo soy el incendio del ser.

Jorge Gaitán Durán



Puedo verte...








...en Agüero, Medrano o Catedral.
Acaso también en Lima
haciendo combinación.

Otra posibilidad
es que te vea
esperando el 60
el 15
o el premetro.

Siempre es posible que te vea
en la lengua de la gran ciudad.
Lo que no es probable es que te encuentre.

Ya
no tiene sentido
esa situación.



Alfredo Palacios



dárteme






Quiero tener ese hijo tuyo, amor.
Dárteme desde dentro de mi vientre
en una nueva prolongación de tu inmortalidad.
mostrarte hasta dónde puede crecer mi vida,
como un árbol,
si tú la riegas;
hasta dónde puedo llegar a dárteme
en todas las formas,
en todos los momentos conscientes e inconscientes,
llegar a ser tu río, tu sombra,
la almohada suave donde apoyar tu cabeza,
el viento, el mar,
la risa, la mañana,
tu cama, tu suelo,
tu mujer.


Gioconda Belli



Cantar de los cantares







Soy morena, pero hermosa,
muchachas de Jerusalén,
como las tiendas de Quedar,
como las lonas de Salmá.

No miréis que estoy morena:
es que me ha quemado el sol.
Mis hermanos se enfadaron conmigo,
me pusieron a guardar las viñas,
¡y mi viña no supe guardar!

Indícame, amor de mi alma,
dónde apacientas el rebaño,
dónde sestea a mediodía,
para que no ande así perdida
tras los rebaños de tus compañeros.

...

Si tú no lo sabes,
¡hermosa entre las mujeres!,
sigue las huellas del rebaño,
lleva a pacer tus cabritas
junto al jacal de los pastores.

...

Amor mío, te comparo a la yegua
que tira del carro del faraón.

¡Qué hermosura tu cara entre zarcillos,
tu cuello entre collares!

Zarcillos te haremos de oro,
con engastes y cuentas de plata.



Salomon





A una mujer







No hay que llorar porque las plantas crecen en tu balcón,
no hay que estar triste
si una vez más la rubia carrera de las nubes te reitera lo inmóvil,
ese permanecer en tanta fuga. Porque la nube estará ahí,
constante en su inconstancia cuando tú, cuando yo
-pero por qué nombrar el polvo y la ceniza.
Sí, nos equivocábamos creyendo que el paso por el día
era lo efímero, el agua que resbala por las hojas hasta hundirse en la tierra.

Sólo dura la efímero, esa estúpida planta que ignora la tortuga,
esa blanda tortuga que tantea en la eternidad con ojos huecos,
y el sonido sin música, la palabra sin canto, la cópula sin grito de agonía,
las torres del maíz, los ciegos montes.
Nosotros, maniatados a una conciencia que es el tiempo,
no nos movemos del terror y la delicia,
y sus verdugos delicadamente nos arrancan los párpados
para dejarnos ver sin tregua cómo crecen las plantas del balcón,
cómo corren las nubes al futuro.

¿Qué quiere decir esto? Nada, una taza de té.
No hay drama en el murmullo, y tú eres la silueta de papel
que las tijeras van salvando de lo informe: oh vanidad de creer
que se nace o se muere,
cuando lo único real es el hueco que queda en el papel,
el golem que nos sigue sollozando en sueños y en olvid0.


Julio Cortázar



Mujer






La sorprendí jugando con su gata,
y contemplar causóme maravilla
la mano blanca con la blanca pata,
de la tarde a la luz que apenas brilla.

¡Como supo esconder la mojigata,
del mitón tras la negra redecilla,
la punta de marfil que juega y mata,
con acerados tintes de cuchilla!

Melindrosa a la par por su compañera
ocultaba también la garra fiera;
y al rodar (abrazadas) por la alfombra,

un sonoro reír cruzó el ambiente
del salón... y brillaron de repente
¡cuatro puntos de fósforo en la sombra!



Mujer y gata
Paul Verlaine




Gacela del amor desesperado








La noche no quiere venir
para que tú no vengas
ni yo pueda ir.

Pero yo iré
aunque un sol de alacranes me coma la sien.
Pero tú vendrás
con la lengua quemada por la lluvia de sal.

El día no quiere venir
para que tú no vengas
ni yo pueda ir.

Pero yo iré
entregando a los sapos mi mordido clavel.
Pero tú vendrás
por las turbias cloacas de la oscuridad.

Ni la noche ni el día quieren venir
para que por ti muera
y tú mueras por mí.

Federico García Lorca




Como agua sobre una piedra







A quien retorna en busca de su antiguo buscar
la noche se le cierra como agua sobre una piedra
como aire sobre un pájaro
como se cierran dos cuerpos al amarse

Alejandra P.





En algún lugar...






En algún lugar al que nunca he viajado, dichosamente mas allá
de cualquier experiencia, tus ojos guardan su silencio:
en tu más frágil gesto hay cosas que me arropan,
o que no puedo tocar por su cercanía

tu más sutil mirada fácilmente me descubre
a pesar de que me cierre como dedos,
tú me abres siempre pétalo a pétalo como la Primavera abre
(tocando hábilmente,misteriosamente) su primera rosa

o si tu deseo fuera el cerrarme, yo y
mi vida nos cerraremos hermosamente,repentinamente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve cuidadosamente en todas partes descendiendo;

nada que podamos percibir en este mundo equipara
al poder de tu intensa fragilidad: cuya textura
me inspira con el color de sus campos,
interpretando muerte y eternidad a cada respiro

(yo no se que hay en ti que se cierra
y abre;solo que algo en mi comprende
que la voz de tus ojos es mas profunda que todas las rosas)
nadie,ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas
.



E. E. Cummings




Elevación








Por encima de estanques, por encima de valles,
De montañas y bosques, de mares y nubes,
Más allá de los soles, más allá de los éteres,
Más allá del confín de estrelladas esferas,

Te desplazas, mi espíritu, con toda agilidad
Y como un nadador que se extasía en las olas,
Alegremente surcas la inmensidad profunda
Con voluptuosidad indecible y viril.

Escápate muy lejos de estos mórbidos miasmas,
Sube a purificarte al aire superior
Y apura, como un noble y divino licor,
La luz clara que inunda los límpidos espacios.

Detrás de los hastíos y los hondos pesares
Que abruman con su peso la neblinosa vida,
¡Feliz aquel que puede con brioso aleteo
Lanzarse hacia los campos luminosos y calmos!

Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras,
Levantan hacia el cielo matutino su vuelo
-¡Que planea sobre todo, y sabe sin esfuerzo,
La lengua de las flores y de las cosas mudas!-





Charles Baudelaire



hospes comesque corporis






Animula vagula, blandula
hospes comesque corporis,
quae nunc abibis in loca
pallidula, rigida, nudula,
nec, ut soles, dabis iocos.




Pequeña alma, vagabunda y tierna,
huesped y compañera del cuerpo,
¿hacia qué lugares irás ahora,
tú, pálida, inmóvil y desprotegida,
para no darme ya las diversiones que solías ofrecerme?



Publius Aelius Hadrianus (76-138)



VI







En aquel instante apareciste tú,
y mis ojos vieron
por primera vez la Luz.

¿De dónde viniste?
¿Eres realidad o ficción?
Me importa poco.
Yo te llamo Felicidad
y no quiero discutirte.





Sin







Ahuyentemos el tiempo, amor,
que ya no exista;
esos minutos largos que desfilan pesados
cuando no estás conmigo
y estás en todas partes
sin estar pero estando.
Me dolés en el cuerpo,
me acariciás el pelo
y no estás
y estás cerca
te siento levantarte
desde el aire llenarme
pero estoy sola, amor,
y este estarte viendo
sin que estés
me hace sentirme a veces
como una leona herida
me retuerzo
doy vueltas
te busco
y no estás
y estás
allí
tan cerca.


Gioconda Belli


Démons et merveilles







De colinas y vientos
de cosas que se denominan para entrar
como árboles o nubes en el mundo

De enigmas revelándose en las lunas
rotas contra el aljibe o las arenas
yo he dicho y esperado

Creo que nada vale contra esta caricia
abrasadora que sube por la piel
Ni el silencio, ese desatador de sueños

Vivir
oh imagen para un ojo cortado
boca arriba perpetuo



Julio Cortázar




Canción de otoño







Los sollozos más hondos
del violín del otoño
son igual
que una herida en el alma
de congojas extrañas
sin final.

Tembloroso recuerdo
esta huida del tiempo
que se fue.
Evocando el pasado
y los días lejanos
lloraré.

Este viento se lleva
el ayer de tiniebla
que pasó,
una mala borrasca
que levanta hojarasca
como yo.


Paul Verlaine




eterno retorno







Ubica lo que amas
y empiézalo desde su base a cualquier edad
Así tomas el hilo de la realidad:
Adaptarse es perder el camino.





Lo que tienes delante de lo ojos
es lo único que existe
Lo que pasó
nos ha traído a este punto
El final es el comienzo


Sergio Larrain



Soñe contigo esta noche






Soñé contigo esta noche:
Te desfallecías de mil maneras
Y murmurabas tantas cosas...

Y yo, así como se saborea una fruta
Te besaba con toda la boca
Un poco por todas partes, monte, valle, llanura.

Era de una elasticidad,
De un resorte verdaderamente admirable:
Dios... ¡Qué aliento y qué cintura!

Y tú, querida, por tu parte,
Qué cintura, qué aliento y
Qué elasticidad de gacela...

Al despertar fue, en tus brazos,
Pero más aguda y más perfecta,
¡Exactamente la misma fiesta!

Paul Verlaine



A la misteriosa







¿Habrá tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo
y besar sobre esa boca
el nacimiento de la voz que quiero?
Tanto he soñado contigo,
que mis brazos habituados a cruzarse
sobre mi pecho, abrazan tu sombra,
y tal vez ya no sepan adaptarse
al contorno de tu cuerpo.
Tanto he soñado contigo,
que seguramente ya no podré despertar.
Duermo de pie,
con mi pobre cuerpo ofrecido
a todas las apariencias
de la vida y del amor, y tú, eres la única
que cuenta ahora para mí.
Más difícil me resultará tocar tu frente
y tus labios, que los primeros labios
y la primera frente que encuentre.
Y frente a la existencia real
de aquello que me obsesiona
desde hace días y años
seguramente me transformaré en sombra.
Tanto he soñado contigo,
tanto he hablado y caminado, que me tendí al lado
de tu sombra y de tu fantasma,
y por lo tanto,
ya no me queda sino ser fantasma
entre los fantasmas y cien veces más sombra
que la sombra que siempre pasea alegremente
por el cuadrante solar de tu vida.

Robert Desnos




te quiero







Dime si me vas a querer soy un hombre de poco hablar, Consuelo.
No tengo ná que ofrecer un conuco, un gallo y un lucero.

Y la luz de la mañana que entra por mi ventana, cielo.

Y los ríos y la montaña.

Y el viento que peina tu pelo.

Yo quisiera ofrecerte el mundo y no puedo.

Ná me tienes que ofrecer, tu mirada es lo único que quiero.
Dormiremos cuando el día se acueste encima del potrero.
Y los grillos harán su canto, y entre hierba y pasto soñaremos.

Y de tanto amar tu cuerpo hará de mi vientre lo que espero.
Un retrato de tu cariño.

Te quiero.



ella







el orgullo y el querer
se pelean en mi mente
una guerra sin cuartel
donde no existe la muerte
sólo existe una mujer




Antes, después...








Como los juegos al llanto
como la sombra a la columna
el perfume dibuja el jazmín
el amante precede al amor
como la caricia a la mano
el amor sobrevive al amante
pero inevitablemente
aunque no haya huella ni presagio

aunque no haya huella ni presagio
como la caricia a la mano
el perfume dibuja el jazmín
el amante precede el amor
pero inevitablemente
el amor sobrevive al amante
como los juegos al llanto
como la sombra a la columna

como la caricia a la mano
aunque no haya huella ni presagio
el amante precede al amor
el perfume dibuja el jazmín
como los juegos al llanto
como la sombra a la columna
el amor sobrevive al amante
pero inevitablemente...


Julio Cortázar



El cristal del amor







Yo la deseaba resplandeciente de flores, con pequeños volcanes enganchados en las axilas, y especialmente esa lava como almendra amarga, que se hallaba en el centro de su cuerpo erguido.
También había una arcada de cejas bajo las cuales todo el cielo pasaba, un verdadero cielo de violación, de rapto, de lava, de tormenta, de rabia; en suma, un cielo absolutamente teologal. Un cielo como un arco erguido, como la trompeta de los abismos, como la cicuta bebida en sueños, un cielo contenido en todos los frascos de la muerte, el cielo de Eloísa sobre Abelardo, un cielo de enamorado suicida, un cielo que poseía todas las furias del amor.
Era un cielo de pecado protestatario, un pecado suspendido en el confesional, de esos pecados que recargan la conciencia de los sacerdotes, un verdadero pecado teologal.

Y yo la amaba.

Ella era una criada, en una taberna de Hoffmann, pero una criada lamentable y crapulosa, una criada crapulosa y mal lavada. Llevaba los platos, ponía las cosas en su lugar, hacía las camas, barría los cuartos, sacudía los doseles de las camas y se desvestía delante de su tragaluz, como todas las criadas de todos los cuentos de Hoffmann.
En esa época yo dormía en una cama calamitosa cuyo colchón se tendía todas las noches, se abarquillaba ante ese avance de ratas vomitadas por los reflujos de los malos sueños, y que se achatan al salir el sol. Mis sábanas olían a tabaco y orgullo, y a ese olor nauseabundo y delicioso recubierto por nuestros cuerpos cuando nos preocupamos por olerlo. En suma, eran verdaderas sábanas de estudiante enamorado.
Yo empollaba una tesis espesa, torpe, sobre los abortos del espíritu humano en esos umbrales agotados del alma hasta donde no llega el espíritu del hombre.
Pero la idea de la criada me trabajaba mucho más que todos los fantasmas del nominalismo excesivo de las cosas.
La veía a través del cielo, a través de los cristales hendidos de mi cuarto, a través de sus propias cejas, a través de los ojos de todas mis ex amantes, y a través del cabello amarillo de mi madre.
Ahora bien, estábamos en la noche de San Silvestre. El trueno tronaba, los rayos avanzaban, la lluvia seguía su camino, los capullos de los sueños balaban, las ranas de todos los estanques croaban; en suma, la noche hacía lo que tenía que hacer.
Ahora necesitaba encontrar una manera de abocarme a la realidad… No era suficiente estar abocado a la resonancia oscura de las cosas, y por ejemplo oír hablar a los volcanes, y vestir al objeto de mis amores con todos los encantos de un adulterio anticipado por ejemplo, o con todos los horrores, basuras, escatología, crímenes, engaños que se relacionan con la idea del amor; simplemente necesitaba encontrar la manera de llegar directamente a ella, vale decir, y ante todo, de hablarle.
De pronto se abrió la ventana. En un rincón de mi cuarto vi un inmenso juego de damas sobre el que caían los reflejos de una multitud de lámparas invisibles. Cabezas sin cuerpos hacían rondas, tropezaban, caían como bolos. Había un inmenso caballo de madera, una reina de morfina, una torre de amor, un siglo venidero. Las manos de Hoffmann empujaban los peones, y cada peón decía: NO LA BUSQUES AHÍ. Y en el cielo se veían ángeles alados y holgazanes. Por lo tanto, dejé de mirar por la ventana y de tener la esperanza de ver a mi criada querida.
Entonces sentí unos pies que terminaban de aplastar los cristales de los planetas, justo en el cuarto superior. Unos suspiros ardientes atravesaban el piso, y oí el aplastamiento de una cosa suave.
En ese momento, todos los platos de la tierra se pusieron a rodar y los clientes de todos los restaurantes del mundo partieron en persecución de la criadita de Hoffmann; y se la vio corriendo como una condenada; después pasó Pierre Mac Orlan, el remendón de botines absurdos, empujando una carretilla por el camino. A continuación venía Hoffmann con un paraguas, luego Achim d’Arnim, luego Lewis, que caminaba transversalmente. Por último se abrió la tierra y apareció Gérard de Nerval.
Él era más grande que cualquier otra cosa. También había un hombrecito que era yo.
–Pero tenga muy en cuenta que no está soñando –me decía Gérard de Nerval–, por otra parte aquí está el canónigo Lewis, que de esto sabe un montón: Lewis, ¿se atrevería a sostener lo contrario?
–No, por todos los sexos barbudos.
Son estúpidos, pensé, no vale la pena que se los considere como grandes autores.
–Por lo tanto –me decía Gérard de Nerval–, todo eso está relacionado. La metes en una ensalada, te la comes con aceite, le sacas la cáscara sin vacilar, la criada es mi mujer.
Ni siquiera conoce el peso de las palabras, pensé.
–Perdón, el precio, el precio de las palabras –me sopló mi cerebro, que de eso también sabía un montón.
–Silencio, cerebro –le dije–, todavía no estás lo bastante vitrificado.
Hoffmann me dijo:
–VAYAMOS AL GRANO.
Y yo:
–No sé cómo abocarme con ella, no me atrevo.
–Pero ni siquiera tienes que atreverte –objetó Lewis–. Lo conseguirás TRANSVERSALMENTE.
–¿Transversalmente, pero a qué? –repuse yo–. Porque por el momento la que me atraviesa es ella.
Pero desde el momento en que te dicen que el amor es oblicuo, que la vida es oblicua, que el pensamiento es oblicuo, y que todo es oblicuo. LA TENDRÁS CUANDO NO PIENSES EN ELLA.
Escucha, ahí arriba. ¿No oyes la complicidad de esos puentes de indolencia, el encuentro de ese montón de inefable plasticidad?
Yo sentía que mi frente estallaba.
Al final comprendí que se trataba de sus senos, y comprendí que se reunían, y comprendí que todos esos suspiros se exhalaban del propio seno de mi criada. También comprendí que ella se había acostado en el piso de arriba para estar más cerca de mí.
La lluvia siguió cayendo.
En la calle se escucharon unas coplas de una estupidez espantosa:


Con mi chica es un chiste
Cuando comemos alpiste (bis)
Porque somos pájaros
Porque somos pájaras
Con mi chica es un chiste
Palomita en su balcón
Todo el sudor de la damisela
No vale lo que la ciruela
De su amorosa adoración.



Cerdos estúpidos, me puse a gritar mientras me incorporaba, están ensuciando el espíritu mismo del amor.
La calle estaba vacía. Sólo estaba la luna, que seguía con sus murmullos acuáticos.
¿Cuál es el mejor colgante, cuál la joya más bella, cuál la almendra más sabrosa?
Ante esa visión sonreí.
Ya ves, ¡no es nada del otro mundo!, me dijo.
No, no era nada del otro mundo, y mi criadita estaba en mis brazos.
–Desde hace tanto tiempo, tanto tiempo –me dijo–, que te deseaba.
Entonces fue el puente de la noche total. La luna volvió a subir al cielo, Hoffmann se escondió en su sótano, todos los comensales recuperaron su lugar, no hubo más que el amor: Eloísa el abrigo, Abelardo la tiara, Cleopatra el áspid, todas las lenguas de la sombra, todas las estrellas de la locura.
Fue el amor como un mar, como el pecado, como la vida, como la muerte.
El amor bajo las arcadas, el amor en el estanque, el amor en una cama, el amor como la hiedra, el amor como una oleada.
El amor tan grande como los cuentos, el amor como la pintura, el amor como todo lo que es.
Y todo eso en una mujercita tan pequeña, en un corazón tan momificado, en un pensamiento tan restringido, pero la mía pensaba por dos.
Desde el fondo de una embriaguez insondable se desesperaba repentinamente un pintor atacado de vértigo. Pero la noche era más bella que todo. Todos los estudiantes volvieron a su habitación, el pintor recuperó sus cipreses. Una luz de fin del mundo llenó poco a poco mi pensamiento.
Pronto no hubo otra cosa sino una inmensa montaña de hielo sobre la cual colgaba una cabellera rubia.




Antonin Artaud




promesa






No moriré hasta abrazarte
No seré el primer inmortal




XIV






ME FALTA tiempo para celebrar tus cabellos.
Uno por uno debo contarlos y alabarlos:
otros amantes quieren vivir con ciertos ojos,
yo solo quiero ser tu peluquero.

En Italia te bautizaron Medusa
por la encrespada y alta luz de tu cabellera.
Yo te llamo chascona mía y enmarañada:
mi corazón conoce las puertas de tu pelo.

Cuando tu te extravíes en tus propios cabellos,
no me olvides, acuérdate que te amo,
no me dejes perdido ir sin tu cabellera.

Por el mundo sombrío de todos los caminos
que sólo tiene sombra, transitorios dolores,
hasta que el sol sube a la torre de tu pelo.


Pablo Neruda


Luz nocturna







Colores muestra,
Cae como lluvia
De lentas lágrimas.

Así tu alma, incendiada
Por la cruda luz del goce,
Se lanza atrevida y rápida
Rumbo a cielos encantados.
Moribunda, se transforma
En una triste ola lánguida
Que, por invisible rampa,
Se abisma en mi corazón

El amplio chorro
En flores mil,
Donde Febea
Colores muestra,
Cae como lluvia
De lentas lágrimas.

¡Oh embellecida por la noche,
Resulta dulce, sobre el seno,
Escuchar el gemido eterno
Que en el estanque solloza!
Agua, sonora, luna, noche,
Estremecidos árboles en torno,
Vuestra pura melancolía
Es el espejo de mi amor.

El amplio chorro
En flores mil,
Donde Febea
Colores muestra,
Cae como lluvia
De lentas lágrimas.

Charles Baudelaire


Hoja de hierba







Creo que una hoja de hierba, no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar,
los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña de mi mano,
avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro suficiente,
como para hacer dudar,
a seis trillones de infieles.

Descubro que en mí,
se incorporaron, el gneiss y el carbón,
el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces.
Que estoy estucado totalmente
con los cuadrúpedos y los pájaros,
que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos
y que puedo hacerlo volver atrás,
y hacia mí, cuando quiera.
Es vano acelerar la vergüenza,
es vano que las plutónicas rocas,
me envíen su calor al acercarme,
es vano que el mastodonte se retrase,
y se oculte detrás del polvo de sus huesos,
es vano que se alejen los objetos muchas leguas
y asuman formas multitudinales,
es vano que el océano esculpa calaveras
y se oculten en ellas los monstruos marinos,
es vano que el aguilucho
use de morada el cielo,
es vano que la serpiente se deslice
entre lianas y troncos,
es vano que el reno huya
refugiándose en lo recóndito del bosque,
es vano que las morsas se dirijan al norte
al Labrador.
Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido
en la fisura del peñasco.




Walt Whitman



Nanas de la cebolla







La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.


Miguel Hernandez



Confesión






Yo huelo a ti.
Me persigue tu olor, me persigue y me posee.
No es este olor un perfume sobrepuesto sobre ti,
no es el aroma que llevas como una prenda más:
es tu olor más esencial, tu halo único.
Y cuando, ausente, mi vacío te convoca,
una ráfaga de ese aliento me llega del lugar más tierno de la noche.
Yo huelo a ti
y tu olor me impregna después de estar juntos en el lecho,
y ese fino aroma me alimenta,
y ese aliento esencial me sustituye.

Yo huelo a ti.

Darío Jaramillo Agudelo